martes, 21 de diciembre de 2010

NUNCA ES TARDE

Era una persona mayor que no había conocido la Navidad en su vida, pobre hombre. Su familia que era muy pobre, no había tenido nunca la oportunidad de hacerle ningún regalo, ni habían podido celebrar como se hace esos días navideños.


En su casa todo era trabajar sin parar, fuera el día que fuera, Navidad incluida.

Él tenía la ilusión de, antes de pasar a mejor vida, notar en su cuerpo lo que era que alguien en esas fechas le hiciera un regalo. Su cuerpo se lo pedía.

Mandó una carta a los Reyes Magos explicándoles su caso tan desgraciado y estos buenos y santos personajes, cuando llegó la fecha de repartir los regalos se pararon también en su casa los tres a una con sus pajes. Tocaron a su puerta e hicieron algo que el hombre no esperaba; le llenaron de regalos. El casi llorando, casi se desmaya de la emoción. Todo era mucho para él; desde el hombre creyó en los Reyes Magos, tan nobles y buenas personas.

Todo lo que hay que hacer es mandarles la carta y nunca fallan ni hacen de menos a nadie.

Forman parte de estas fiestas, las más sanas y humanas del año. La Navidad

Ángel Albéniz

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